INTRODUCCIÓN
EN una inocente callejuela de Burdeos hay una taberna risueña en cuyo interior conocí hace unos años a un hombre alto, sucio y pesimista, de mirada abstracta y de brazos rotundos, medievales. Este hombre, ni español ni galo, me ofreció su punto de vista de la vida (su mentira) mientras bebíamos unos vinos magistrales y elocuentes. Ebrio y agresivo, aquel tipo me dijo en una mezcla de inglés e italiano que había sido asesor de varios gobiernos y profetizó el fin de la democracia representativa en Europa para comienzos de la próxima década de los veinte. Cuando me despedí de él, me entregó una libreta envejecida, de textura leprosa. En la habitación de mi hotel, mientras una cucaracha meditaba cerca de mis indolentes botas, descubrí que la libreta contenía un diccionario de una lucidez y exageración maléficas escrito en un inglés chapucero e infame. Su autor, un chusco imitador de Ambrose Bierce, lo había titulado pretenciosamente Diccionario secreto del Poder. Al cabo de tres días regresé a la taberna y el patrón me comunicó que el hombre de la libreta se había ahogado misteriosamente en las aguas del río Garona. Ignoro la razón que le impulsó a ese sujeto a elegirme como recipiendario de sus aberrantes pero sugestivas anotaciones. Si se trataba de un malogrado bromista o de un monstruo, es algo que no me corresponde decidir a mí.
Reproduzco las voces menos ofensivas de ese diccionario. La traducción del inglés al español se debe a un servidor. Pido disculpas por sus defectos visibles e invisibles.
A
Absurdo: Un ente imaginario o real que carece de sentido y que, por ende, resulta despreciable, y que, consecuentemente, pide a voces ser sometido y esclavizado. Por ejemplo, un absurdo es un ser humano que no desea controlar ni subyugar al resto de seres humanos. ¿Hay aberración mayor que ésta? Los absurdos encarnados en personas proliferan en el mundo, de ahí que esté justificada la existencia de gobiernos más que autoritarios y de sultanes religiosos cuya ambición debe enmascararse en sonrisas a lo Mickey Mouse, o en carantoñas de pastor luterano, o en otras cortesías a las que fácilmente sucumbe el corazón débil y asustado de la masa.
Abuso: El mayor placer para el poderoso. Los hay de muchos tipos. Un líder que se tome en serio su liderazgo debe poner en práctica todos los esbozos de abuso que desfilen por su imaginación: bélico, sexual, económico, cultural, entre otros. Ahora bien, resulta ridículo y deplorable el gobernante o autoridad que se lanza a cometer a destajo todo tipo de abusos sin comprar antes la lealtad de una horda de desgraciados dispuestos a delatar, a matar y a dejarse la vida por el gran jefe o por la gran jefa.
Altruismo: Un disfraz enojoso pero necesario para el que rige los destinos de una nación, de una tribu o de un clan. El altruismo es una concesión del hombre superior al hombre inferior. Una pantomima de altruismo por parte de los dirigentes, sostengan las quimeras de la derecha o de la izquierda, debe escenificarse cada cierto tiempo para apaciguar los ímpetus de rebelión de los humanos menos bobos e idiotas. Aunque parezca mentira, todavía hay agentes ilustrados y curiosos dentro del populacho, público ruidoso y brutal pero que se antoja necesario para colmar los apetitos de vanidad de la autoridad correspondiente.
Alunizaje: Una innecesaria y sentimental machada cosmonáutica de los yanquis que no puede compararse al placer de conquistar el poder político y económico para jugar con los sentimientos y las emociones de las masas.
Ambición: Deseo universal que solo deben cultivar los seres muy astutos y los maestros del engaño y del ardid, esto es, quienes aspiren sinceramente a ser mandatarios de colectividades o mandatarios de mandatarios, y así sucesivamente. Cuando un necio inconsciente de su necedad cae en las redes de la ambición, los resultados son catastróficos para él y para sus allegados, si bien su caída en desgracia es motivo de regocijo y de chacota para los seres superiores, expertos en hallar las voluptuosas ambrosías del humor que comporta el tenaz ejercicio íntimo de la crueldad y de la psicopatía.
Amistad: Minúscula sociedad humana que solo es aconsejable forjar cuando ambas partes tienen bien claro que lo sustancial de dicha sociedad no es la producción de afecto ni de lealtad, sino la conquista de un objetivo político, social o laboral. Esta sociedad deberá disolverse cuando ambas partes consideren que les resulta más provechoso e higiénico traicionarse sin tapujos con el fin de materializar otras alianzas más provechosas.
Amor: Un antiquísimo y absurdo sentimiento que practicaron algunos hombres y mujeres del pasado para hacer frente a las penurias de un mundo oscuro y supersticioso. Algunos aborígenes de la sentimentalidad lo siguen practicando de modo terco e incondicional. El aspirante a conductor de pueblos y de conciencias solo deberá aprovechar las heces de ese dañino y anacrónico sentimiento para incrementar la musculatura de su narcicismo y para someter a su prole con el infalible grillete del chantaje emocional.
Análisis: Una ficción tediosa y confusa elaborada por grupos de especialistas de diversas disciplinas cuya misión consiste básicamente en embarullar la mente de los pueblos, ya trastornada de por sí por siglos de leyendas. Un buen análisis debe contagiar pusilanimidad y temor entre los elementos de la llamada ciudadanía.
Anarquía: Un alarde libertario de los seres inferiores que toman conciencia del fraude metafísico y físico al que han sido sometidos por los dioses de la biología. La historia demuestra que todo brote de anarquía puede ser controlado con un poco de paciencia y con un pequeño homenaje a la brutalidad policial, puesto que los anarquistas, aunque valientes, carecen de sentido organizativo y su inteligencia es inversamente proporcional a su vasta egolatría.
Astucia: La sangre cerebral de los fuertes. Esta sangre puede volatilizarse si su portador no ejecuta a diario actos despóticos y sofisticadamente crueles con los que afirmar ante sí mismo y ante los demás los excedentes de su naturaleza fuerte.
Continuará…