PABLO Neruda hubiera celebrado estos versos: Neruda nos enseñó / a ver dos mundos/ en la Tierra / a entrar en el átomo / con telescopio / para abrir la puerta/ de los elementos / y mostrar las veredas / de lo verde y del fuego. Y no solo los hubiera celebrado, sino que le hubiera gustado escribirlos. No tanto por la alusión a su apellido, sino porque reside en esas imágenes un afán por captar en la naturaleza la monumentalidad y grandeza de lo diminuto e insignificante, y viceversa. Estas venturosas líneas pertenecen a Lares Múltiples, poema que cierra Para Llegar a La Habana (Bartleby Editores), último libro del cubano Enrique Sacerio-Garí. Considero justo recomendar la lectura de este autor no tanto por ser un modélico legatario de algunos de los vates más insoslayables de Latinoamérica (José Lezama Lima, César Vallejo, José Martí, Jorge Luis Borges o el mentado Neruda) como por ser una voz eficaz y sólida que logra imponerse sin iracundia ni afectación; una voz que combina el cordial hastío de una madurez dialogante con el brío y la insolencia de un soñador que se niega a despertar a una pseudovida que le viene impuesta; una voz, en definitiva, que tiene algo de saxofón travieso, brusco, rebelde, trasnochador y elegiaco que ríe y llora alternativamente al interpretar los hitos de una vida nómada y los lugares comunes de un mundo tan deplorable como fascinante y único: Pasa un Mercedes / el banquero/ las joyas / los magnates / detrás / del presidente./ Son nombres / sin realidad.
Sacerio-Garí resucita en su poesía una infancia difunta en la isla de sus primeras audacias y denuncia una historia y presente amputados por la guerra, por la insolidaridad económica y por la superstición de las razas, entre otras perversidades. No obstante, esta denuncia se alza con una voz belicosamente esperanzada: Regresamos a los que nacerán / para hablar de los zapatos: / cuando ya no se cambien como países / ni se rompan como soldados. No me parece caprichoso ni gratuito definir esta propuesta lírica del siguiente modo: Épica escueta e irónicamente patizamba que se hermana a una sutil ingenuidad surrealista tributaria del Lorca de Poeta en Nueva York. Norberto Codina, prologuista del poemario, escribe: “Para llegar a La Habana es un libro comprometido de motivos y regresos […] Contrapunteo entre poesía, posibles influencias y sujeto, familia e historia, el poeta conduce al lector por un particular discurso de la nostalgia”. Los cincuenta poemas que componen este libro son piezas elogiables por dos razones: son cortantes y luminosas. Cortantes por su música vigorosa, confiada e intrépida; luminosas, por ser espejos movedizos y lúdicos de una renovada luz caribeña con vocación cosmopolita y universal. Esto no debe sugerir la idea de que Sacerio-Garí incurre en ese ramplón y unívoco periodismo versificado de sentimientos y de experiencias tan cultivado por muchos líricos de la actualidad, contaminados de una mostrenca racionalidad obsesiva que constriñe la polisemia y el numen del impulso poético. Para Llegar a La Habana es una suma de cantos diáfanos y frescos, pero cargados de matices, de misterios y de incógnitas que el propio autor no trata de acotar ni de domeñar con apologías totalizadoras o categóricas. Sacerio-Garí sabe que la verdad estética solo encuentra expresión consistente y perdurable si se desenvuelve en el claroscuro y, como Octavio Paz, es consciente de que en poesía “las palabras se mueven como seres caprichosos y autónomos. Siempre dicen ‘esto y lo otro’ y, al mismo tiempo, ‘aquello y lo de más allá’ […] El idioma está siempre en movimiento”. De ahí que el autor de Para llegar a La Habana no desdeñe este tipo de confesiones: Mis palabras / se quedan / en el rectángulo / deslindado / por el tacto / de un amor / que ya no / me toca.
Nacido en Sagua La Grande (Cuba), en 1945, Enrique Sacerio-Garí es también ingeniero, ensayista, traductor y catedrático de Estudios Hispanoamericanos en Bryn Mawr College en Pensilvania. Es un dotado e imprevisible conversador, atesora la capacidad de escuchar a los demás (poco corriente en el gremio) y espejea en su mirada el optimismo escéptico de la América mansa que busca la paz y la concordia de todos los pueblos del globo. Es autor de otros libros de poemas: Comunión y Poemas interreales. Su edición, junto a Emir Rodríguez Monegal, de Textos cautivos: Ensayos y reseñas en El Hogar, de Jorge Luis Borges, ha contribuido al nacimiento de bastantes vocaciones literarias (e inquisitivas). En un poema de Para llegar a La Habana titulado Pasos, Sacerio-Garí escribe: Los pasos /aunque no busquen / cuál fue el camino perdido / saben que con la muerte / ya se puede regresar. Un hombre que ha escrito estos versos no es precisamente un poeta paniaguado.